viernes, 30 de octubre de 2015

"La muy Noble Compaña de Don Juan Tenorio"



El Rey Felipe, el segundo con su nombre, está barruntando la posibilidad de invadir Inglaterra utilizando una inmensa flota compuesta por incontables navíos de combate y transportes. No ha decidido el punto de partida (sus consejeros no se deciden entre si debe ser Flandes, con sus enormes y bien equipados puertos) o la costa del cantábrico, ni tampoco si...

En realidad da igual.

Da igual, porque algo, algo, está hundiendo todos los buques de observación que la corona envía en secreto para calibrar las defensas de la pérfida Albión. Unos pescadores supervivientes a un naufragio han descrito a esa...cosa como una gigantesca monstruosidad que, emergiendo del mar, atacó con fuego y dolor destruyendo embarcaciones como si fueran de papel.
Nadie ha sabido dar con una explicación, pero como a la hora de jorobar a los españoles, entre el demonio y los ingleses diríase que son los segundos quienes se dan más maña... pues nada raro resulta que el Rey Felipe, que tonto no es, sospeche de la muy británica e hideputa Reina bruja de cabellos rojos. Y nuestro amado Rey ha decidido tomar medidas.

Un grupo de seis buenos españoles, cristianos viejos, han sido reclutados a la fuerza para formar parte de un (prescindible) equipo secreto que va a ser enviado a la isla en breve. El primero de ellos, y líder incuestionable merced a la pureza de su sangre y alta cuna, es el famoso tirador de esgrima y (dicen) espía doble Don Juan Tenorio y Tenorio. Aficionado a la caza (no sólo de buenas hembras en edad de merecer), políglota, ex seminarista y uno de los pocos hombres que disfrutan de bula papal para matar, es a Don Juan a quien se ha pedido que escoja a los miembros de su equipo con una única condición: deben ser tan excepcionales como la Bestia que se supone anda detrás de las destrucciones marinas.
Don Juan ha reclutado ya a cuatro individuos verdaderamente capaces en lo suyo:
-Don Pablos, mal llamado El Buscón, notable esgrimista, vagamundos, pícaro, rufián a ratos y burócrata a sueldos del Rey cuando procede. Además de su apreciable buen manejo del acero, Don Pablos es un experto en leyes propias y ajenas, y conoce bien la parla inglesa.
-La vieja alcahueta Melibea, buena amiga de la madre de Don Pablos (una tal Aldonza, de mala fama), antaño hermosísima moza y hoy ajada y cruel, amén de sus buenas artes sanatorias y sus dominios de los filtros y drogas se dice que anda con brujerías y tratos con el Maligno, con la muy extraordinaria particularidad (a pensar de Don Juan) de que el tal Maligno parece escuchar a Melibea.
-El don nadie conocido como Lazaro, salmantino nacido cerca del río Tormes, pícaro, matasietes, rufián... a decir de Don Juan, el mejor y más habilidoso ladrón que pueda encontrarse en las Castillas, Aragón, Granada, Flandes y hasta las indias.
-Por último, que no el último, un desahuciado viejo llamado Alonso Quijano, caballero en su día, loco de atar y rescatado por Don Juan de entre las mugres y miserias de una casa de acogida para mentes perdidas. Nadie sabe muy bien para qué ha adoptado Don Juan a semejante indigente, quien no parece siquiera del todo consciente de cuanto sucede a su alrededor, pero el Tenorio susurra a quien quiere escucharle que el viejo Alonso sabe ver la realidad más allá de los velos de las sombras.

Ahora, los cinco compañeros viajan hacia tierras catalanas para entrevistarse con el último de los candidatos a formar parte de la Muy Noble Compaña de Don Juan: el aristócrata Conde Estruch, de quien las malas lenguas murmuran que no puede morir. 

Y la visita a la morada del Conde es algo que ninguno podrá olvidar.

Jamás.